martes, 19 de febrero de 2013

El problema de España

Es una humilde opinión la que habita en las mentes de los jóvenes con valores, una opinión, que aún no se torna en una acción. Se ha dicho muchas veces que "no se puede cambiar el mundo si antes  no te has cambiado a ti", es decir, que no podemos exigir cambios al mundo si antes no nos hemos aplicado el cuento.

Yo no puedo exigir a mis vecinos que sean ecologistas, que sean responsables con el medio ambiente, mientras yo no practico con el ejemplo, es decir, mientras actuó normalmente sin preocuparme por el entorno. No tengo la autoridad moral para exigir una actitud que yo no devuelvo. 

Lo mismo sucede con el tema de la corrupción política, los engaños, y las mentiras de nuestros representantes electos. El pueblo, en general, se indigna con las acciones de sus representantes pero se olvida de un hecho fundamental. En la medida que puede el español medio, ya sea un trabajador, un funcionario, un autónomo o un gran empresario, estafa a la sociedad facturando en negro, comprando en B, contratando en B, trabajando en B, etc. Este es el verdadero problema, la falta de civismo.

El pueblo, el conjunto, la mayoría, actúa en la medida que puede contra la sociedad. Si, por ejemplo, fueran ciertos los datos que se publican regularmente sobre las listas de parados, nuestra sociedad se encontraría con graves disturbios dado el 25% de paro. Las cifras de paro son falsas, dado que es la misma sociedad, las personas, individualmente, las que engañan al conjunto diciendo que ellas están en paro mientras siguen trabajando en B. El problema de España es que nosotros, la gente, estamos faltos de autoridad moral para exigir al político que actúe correctamente. En el norte de Europa la indignación es máxima cuando se destapa un caso de engaño o corrupción, y se exige, inmediatamente, la dimisión. Aquí nos encontramos con el problema de que el pueblo, y obviamente también sus representantes, se encuentran sin autoridad moral para exigir a los demás que actúen correctamente. No pueden exigir la dimisión por que ellos están haciendo lo mismo en la medida que pueden, luego harían lo mismo o más en su posición. 

El descrédito del Estado español es el descrédito de la sociedad española, pues, no lo olvidemos, nosotros somos el Estado. El problema está en un pueblo que no tiene la autoridad moral para exigir a sus gobernantes que actúen correctamente, pues es el pueblo el primero que, en la medida que puede, estafa a sus vecinos. Una sociedad formada de gente que se dedica a buscar su propio beneficio en detrimento del de sus vecinos es una sociedad sin futuro, una sociedad decadente. O las nuevas generaciones empezamos a cambiar la tradicional forma de actuar de la sociedad española para con sí misma, o esta se acercará cada día más al tercer mundo. 

Por lo tanto les invito a: actuar correctamente, sin perjudicar a la sociedad, sin evitar los pagos que se deben realizar, declarando todo lo que se deba declarar, exigiendo siempre factura, denunciando una irregularidad, etc. La gente debe estar comprometida con la sociedad, con los demás, con el equipo. Si jugamos juntos mejor será que juguemos en equipo como el Barcelona y no individualmente como el Madrid.

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