lunes, 17 de diciembre de 2012

Un país de pícaros





España es un país de pícaros. El arte de la picaresca se extiende por toda la geografía española a lo largo y ancho de la península y se advierte diariamente en infinitud de comportamientos de la sociedad civil y de la casta política. 

Hace ya un tiempo que me dí cuenta del verdadero problema de España. Algunos defienden que el problema de España está en su clase política que se ha establecido en el poder y no quiere soltarlo. Es comprensible pues la posición que defienden algunos a este respecto, y se advierte perfectamente este problema, pero no debemos olvidar que los políticos no son sino personas, gente común, que vive en España. El problema de España son los españoles.

La sociedad civil es quién entrega el poder del pueblo soberano a una panda de ladrones y criminales de guante blanco que trabajan desde sus despachos de mimbre. El pueblo se ha dormido, lo han adormecido o civilizado. El pueblo civilizado es un pueblo mediatizado por la opinión pública que es realmente quién gobierna el país. La opinión pública, manipulada diariamente en los telenoticias, es la opinión del país y de la mayoría y por tanto es el gobierno. Sólo la modificación de la opinión pública puede permitir al país salir de este bache en el que nos hemos metido.

El gobierno se encarga diariamente de manipular la opinión pública y nos hace creer que la crisis ha sido culpa de todos, "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". ¡No oiga, usted habrá vivido por encima de sus posibilidades! Usted que ha cobrado su sueldo de alcalde y su sueldo de diputado, su sueldo de secretario general y su sueldo de no sé qué.

Sí, es cierto, los políticos han gestionado mal los recursos del país, pero hasta que el pueblo no sea consciente de ello, hasta el día en que el pueblo no exija responsabilidades, hasta que no cambie el sentido del voto y se aleje de los grandes estafadores de los dos grandes partidos, el pueblo seguirá igual, sufrirá igual y vivirá igualmente bajo el gobierno despótico de los grandes partidos.

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